El esperpento se basa en la deformación sistemática de personajes y valores, y en la denuncia a la sociedad española contemporánea. Su génesis radica en la necesidad de buscar la expresión estética adecuada para trasponer la grotesca contradicción en la que la realidad aparece al autor.
Valle considera esperpentos cuatro de sus obras teatrales: Martes de carnaval (trilogía integrada por La hija del capitán, Las galas del difunto y Los cuernos de don Friolera) y Luces de bohemia. La trilogía constituye una crítica al ejército, mientras que la segunda obra lo es de la sociedad madrileña de la época.
La teoría del esperpento, según Valle-Inclán puede encontrarse en la escena XII de Luces de bohemia y en el prólogo de Los cuernos de don Friolera (parlamento de don Estrafalario).
La visión según la cual se ve el esperpento es levantado en el aire, desde un plano superior, donde los personajes son inferiores al autor, con un punto de ironía.
Los rasgos del esperpento son lo grotesco como forma de expresión, la deformación sistemática de la realidad, exagerando sus rasgos para realizar la crítica y el código doble, según el que el esperpento posee una doble significación burlesca a la par que satírica y crítica.
El esperpento es fruto de una determinada situación histórica, individual, social y europea. Parece que Valle-Inclán llegó a la nueva técnica con finalidad de carácter político y moralizador, no tanto por razones estéticas. Para expresar lo grotesco de un sistema social que pervive en las ruinas de la sociedad que ha ideado y traicionado, Valle crea la realidad del espejo cóncavo del callejón del Gato.
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