El tema estrella del universo lorquiano es el de la frustración, que se proyecta sobre un doble plano: el metafísico y el histórico, el ontológico y el social: en Poeta en Nueva York, por ejemplo, se escuchan voces terribles contra la civilización capitalista, pero también los fantasmas del tiempo, la naturaleza y la muerte dejan sentir su presencia oscura.
El tema del amor, inseparable del deseo, es central en el discurso lorquiano. Lorca trata la dimensión espiritual del amor, que se convierte en pena y desesperación a lo largo de su obra. Conectando con el amor se encuentra la esterilidad, que posee una evidente dimensión trágica debido a la renuncia a la perpetuación de la especie. La obsesión de la infancia perdida tiene aquí una de sus causas más notorias, pues el otro rostro del niño no engendrado es el niño muerto de la propia infancia, un niño que se niega a morir.
El de la muerte es otro tema central, en continua conexión con la vida y el amor. Lo concibe como un castigo: la vida de los muertos continúa en la tumba, porque los muertos no mueren del todo e inertes no pierden la conciencia, y su existencia continúa en el subsuelo terrestre, sometidos a una condena sin término. Del descenso a los infiernos brotan algunos de sus versos más negros, más sombríos.
Para Lorca, el tiempo es engañoso, y destruye a los seres en vida, los va cambiando constantemente, haciéndoles perder, día a día, sus señas de identidad.
En la obra de Lorca late, un agudísimo sentimiento de solidaridad con los oprimidos, los desposeídos y humillados de este mundo: desde el proletariado y el campesino a los marginados sociales -gitanos y negros- y sexuales -homosexuales y mujeres-.
Mención aparte merece el tema de la pena. Es el gran tema del cante flamenco y ese es el motivo central del Romancero Gitano, cargado de un tremendo patetismo.
Los símbolos son elemento clave del universo mítico lorquiano. Reproducen básicamente el conflicto esencial que subyace en todas las mitologías entre la vida y la muerte.
El poder maléfico de la luna domina toda la poesía lorquiana. Es una potencia fatídica que espolea los impulsos de la vida y los anula en la muerte.
A lo largo de la obra de Lorca se percibe una clara asociación de lo metálico, en sus múltiples variantes, con la muerte. El bronce y el cobre representan a menudo la tonalidad de la piel característica de la etnia gitana. Otro símbolo fatídico es el color verde como el deseo prohibido que conduce a la frustración y a la infertilidad.
El espejo en el Romancero es un símbolo polivalente: significa el hogar y la vida sedentaria y recoge valores cromáticos, acústicos, etc. Los ojos aparecen en más de una ocasión en estos romances como representaciones metafóricas del espejo, y la luna, finalmente, es el gran espejo sobre el que se refleja el mundo. El negro (las mariposas negras son de mal agüero), las hierbas; la sombra; el mundo nocturno... todos ellos nos remiten a la muerte.
Dentro de la dinámica mortuoria se encuentran el agua y la sangre, símbolos eróticos y de fecundación, pero también de muerte y sufrimiento.
El caballo posee varios significados, entre los que destacan el pasional y el augurio de muerte, mientras que el toro tiene una clara significación trágica. Asociado a la fiesta taurina, evoca con su sola presencia la sangre y la muerte.
El viento seria el símbolo del erotismo masculino pero también tendría tintes fatídicos; el pozo, como expresión de la pasión estancada, sin salida; y por último, la fragua, que nos remite al mundo gitano, ya que la de herrero es la profesión gitana por excelencia.
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